sábado, junio 14

Tiento

Por la tarde llegó a la sala de ensayo, quería exigirse al máximo, ensayar, ensayar hasta lograr ese giro que tanto le costaba. Talón, planta, contener los brazos, girar la cadera, luego el tronco, levantar la bata, la cabeza es la primera en salir, la última en llegar; se repetía, como si el dominio teórico de la técnica lograra no dejarla en el suelo cada vez que giraba.
Encendió las luces, ahí estaba ella, su cuerpo delgado, su cuello largo frente al espejo, se sentó en medio de la sala, para relajarse decidió oír un disco de compás por guajiras. Del bolso sacó sus zapatos, una cajetilla de cigarros y la hermosa bata de ensayo, mientras se vestía fumaba; repasó el giro en su mente, determinó el espacio en la enorme sala, todos sus movimientos estaban delimitados por los tres círculos concéntricos que había imaginado; un milímetro más allá del límite y su equilibrio se desvanecía. La cadencia de las guajiras la incitaron, jugaba desdibujarse entre el humo frente al espejo. Estiró sus músculos; ahí estaba ella, la gran sala y su reflejo inquisidor. Esperó que terminara el compás, silencio absoluto en la sala. Primer intento.
Se mira de reojo . Algo hay en ese gran espejo, un desánimo oblicuo al que teme mirar, algo hay en esa imagen que no le pertenece, se siente observada, pesada mientras cae al suelo enredada en la bata y en los giros mal hechos. Esta vez cayó mal, se golpeó la cadera fuertemente. No pudo contenerse y se echó a llorar; se miró desafiante con el maquillaje desencajado, temió, temió a su mirada, nunca pensó que podía albergar tanto odio en un simple gesto de desdén, se levantó del suelo y caminó decidida a su propio encuentro, un escalofrío la recorrió mientras se acercaba a su propia imagen, ahí, frente a ella estaba ella, suspicaz, hiriente, irónica. Se acomodó el pelo, removió las lágrimas y una pestaña que le molestaba, volvió a sus tres círculos para seguir intentando su giro. Sexto intento.
Los tientos eran el palo flamenco que más le gustaba, era jondo y cuando pasaba por tangos, festero, demandaba mucha energía, concentración y duende, no cualquiera podía bailar bien un tiento. Le gustaba ese palo como ningún otro, incluso le gustaba el nombre Tiento: del latín. templar, tentar, pulsar, examinar, ver como se reacciona, probar o provocar a alguien. Templar, tentar, pulsar… así tal como su vida, pensaba, tal como la danza, tal como el flamenco en ella.
Algo cambió esa tarde, afuera la lluvia tronaba, por vez primera pudo ejecutar el giro a la perfección, por vez primera logró hacer de ese instante una concavidad de tiempo, ahí estaba frente a su reflejo sinuoso, ahí estaba admirándose, sintiéndose a compás .
Ahí estaba, sola, abrazada a ese único segundo de sangre que palpitaba.
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